domingo, 9 de agosto de 2009

Intellectio Retórica: la causa de la controversia entre orador y auditorio


En Aristóteles y Helena Beristáin la Intellectio se manifiesta de manera muy general, al incluirlas en la Inventio, nombrándolas como una formulación de preguntas ¿Qué? ¿Quién? ¿Dónde? que ayudarán a situar la circunstancia específica de la enunciación del discurso (Rivera, 2007).

Para Lausberg, la Intellectio y la Inventio se sitúan en la Res, en el Qué del discurso. Distingue a uno del otro, al ubicar a la Intellectio como operación reflexiva donde comprenden ideas y pensamientos respecto a la causa de la controversia entre orador y auditorio, siendo la operación fundamental para la construcción del discurso. En este momento se piensan las posibles refutaciones del auditorio. La Intellectio es la guía del resto de las operaciones; establece un espacio donde se consideran las opciones a favor y en contra antes de tomar una decisión. Mientras que la Inventio es un proceso activo y creador, es decir, productivo. (Rivera, 2007).

De lo anterior, utilizaremos la Intellectio como una operación donde se reflexiona acerca de la causa de la controversia entre orador y auditorio, para comprender ideas y pensamientos que más adelante nos ayudarán a producir el argumento.


La causa de la controversia en la Intellectio.


La retórica es la disciplina que se encarga de persuadir al auditorio de algo en particular, lo cual en principio inicia con puntos en desacuerdo entre quien emite la idea (orador) y quien la recibe e interpreta (auditorio). Existen varias definiciones de retórica que se centran en el punto en desacuerdo entre auditorio y orador:


La Retórica es el estudio de los malentendidos y sus remedios” Richards.


En este sentido, no existen desacuerdos, sino malentendidos que tienen su origen en fallas de interpretación de quien recibe el argumento ó de quien lo emite (La controversia en este sentido tiene su origen en fallas de interpretación ó comunicación), es decir, existe un punto donde ambas personas pueden estar de acuerdo, sólo es cuestión de encontrarlo y remediarlo, para lo cual existe la retórica.


La Retórica es el método, el órganon de los principios para decidir mejor las cuestiones que son indecidibles, para arribar a soluciones ante los problemas que son irresolubles, para instituir un método en esas fases vitales de la actividad humana donde no existe un método inherente a la materia de la que se ocupa una decisión. El arte de resolver este tipo de problemas es la Retórica" Donald Bryan.


En esta definición, la retórica es un método que se encarga de proponer una decisión en un lugar donde era imposible concebirla, debido a la falta de solución a un problema que involucraba varios puntos de vista no conciliados.

En ambas definiciones se nos pone de manifiesto que existen puntos en los que la gente no coincide, ya sea por cuestión de fallas comunicativas, interpretativas o por indecisión en la solución a un problema. La retórica es una opción para remediar esos desacuerdos, lo que hace que tenga como meta la persuasión.


La Retórica es “la facultad de descubrir en cada caso particular los medios que son adecuados para la persuasión” Aristóteles[1].


Lo anterior agrega a la situación de la controversia un punto fundamental en la retórica, concebido implícita o explícitamente como su finalidad: la persuasión. Aristóteles en esta definición nos la pone explícitamente, señalando que esta se logra en casos particulares, es decir que cada situación requiere medios distintos para persuadir, debido a que son controversias distintas. Este punto nos lleva a pensar necesariamente en una variedad de personas que contemplan puntos de vista diferentes, en situaciones distintas…el auditorio.

Para saber porque una controversia sucede en cada caso particular, es necesario conocer lo que el orador propone y lo que el auditorio piensa sobre ello, incluso antes de que sepa lo que el orador le propone. Para entender mejor este punto, entendamos al auditorio cualitativa y no cuantitativamente.


“…difícil resulta determinar con ayuda de criterios puramente materiales, el auditorio de aquel que habla.” (Perelman, 1989: 55).


Contemplar al auditorio desde criterios cuantitativos es, como dice Perelman, difícil por un lado e ineficaz por otro, ya que lo que importa del auditorio, no es su edad, ni sus características físicas, sino lo que piensa sobre un tema en una situación concreta.


“Para quien argumenta, el presunto auditorio siempre es una construcción más o menos sistematizada. Se puede intentar determinar sus orígenes psicológicos o sociológicos; pero, para quien se propone persuadir efectivamente a individuos concretos, lo importante es que la construcción del auditorio sea la adecuada para la ocasión”. (Ídem).


Entender lo anterior permite concebir a un auditorio dinámico, que no permanece inmóvil, siempre con los mismos pensamientos en las mismas situaciones, lo cual es indispensable para comprender que cada controversia es causada por diferentes factores que presenta cada circunstancia.

En general, las controversias se generan porque el auditorio piensa, y no sólo eso, sino que piensa de manera distinta y cambiante, dependiendo los factores que cada circunstancia presente.

Po otro lado, si una controversia existe, no es sólo porque existen dos puntos de vista distintos, sino porque uno intenta adherir al otro en el suyo.


“…la argumentación pretende obtener la adhesión de aquellos a quienes se dirige, alude por completo al auditorio en el que trata de influir.” (Perelman, 1989: 54).


Entonces veamos a una controversia como un acto donde dos opiniones distintas sobre un mismo suceso, existen aisladamente, donde una trata de tejer a la otra mediante la persuasión. Quien trata de tejer (orador) al otro (auditorio), es quien presenta una opinión formada, estudiada y reflexionada, es quien encontró una relación donde antes no la había.

El tejido de las opiniones que logra el orador, no se hacen con la finalidad de aprovecharse del otro, sino que se realiza con fines de complementación de ideas, donde el orador se ve enriquecido con las opiniones del auditorio y viceversa.


“…se diseña (añado, el discurso) para generar cualidades en ambos sentidos y no sólo en uno…”

(Tapia, 2004: 90)


El orador trata de adherir al auditorio a su argumento mediante la persuasión. En este sentido, la definición de auditorio cambia.


“…nos parece preferible definir el auditorio, desde el punto de vista retórico, como el conjunto de aquellos en quienes el orador quiere influir con su argumentación.” (Perelman, 1989: 55).


La persuasión es una cuestión de la cual se encarga el orador, bien desde él mismo (modo de ordenar y decir el discurso) ó desde fuera de él. Las características que se basan en el orador mismo, tienen que ver con las operaciones de la retórica que siguen a la Intellectio. Las características de la persuasión que van más allá del orador, tienen que ver con razones de forma social, es decir, la sociedad cuenta con instancias legítimas que dictaminan un punto de vista, independientemente de la aceptación o rechazo de los sujetos, por ejemplo, las leyes. Alejandro Tapia nos menciona la persuasión con respecto a esto:


“…como lo vimos con Habermas (añado, la persuasión es), un proceso de validación que no pasa sólo por la legibilidad sino por medio de instancias que construyen la legitimidad y la validez.” (Tapia, 2004: 88).


Es importante mencionar esto, ya que el auditorio tiene presentes en sus opiniones, cuestiones que tienen que ver con lo anterior, es decir, se encuentra inmerso en un orden social que involucra instituciones y leyes que acepta, las cuales, probablemente no esté dispuesto a violar.

Además, el auditorio se sujeta de un imaginario social, es decir, de un conjunto de significados formadores de creencias, presentes en un grupo de personas.


La noción de imaginario tiene que ver con el hecho de que la constitución del yo se realiza a partir de la imagen del semejante: hay pues un elemento que da a cada época o a cada comunidad una orientación, que sobredetermina la elección de las redes simbólicas, su manera de vivir, de ver y hacer su propia existencia, su mundo y sus relaciones, este estructurante originario es lo que se llama imaginario social. (González, 1986: 183)[2]


Para conocer el pensamiento del auditorio es necesario el conocimiento de las instancias que conforman su contexto: cultura, sociedad, ideología, etc., todo enfocado a una relación dialéctica con las circunstancias específicas de cada ocasión.

Entonces, podemos apreciar la controversia como la discusión sobre dos puntos de vista aparentemente aislados, que el orador tiene unidos desde un principio, por lo que trata de influir en el auditorio en un punto concreto de esa unión (llamado loci), unido dialécticamente con su contexto socio-cultural-ideológico, con la finalidad de persuadir al auditorio del tejido de ambas opiniones, mediante el discurso.

La causa de la controversia se da porque existen dos puntos de vista sobre un mismo tema, aislados (donde el contexto tiene que ver con la formación dicha opinión). La tarea de tejerlos es del orador, quien para poder hacerlo, requiere de la reflexión, estudio e investigación del aislamiento de ambos puntos de vista, lo cual trae implícitamente el conocimiento experto de su opinión y la del auditorio.


“La intelección es una operación en la que ya está presente el auditorio, el conjunto de los oyentes, que, como destinatario del discurso, impone una serie de presupuestos y representaciones a las que el orador ha de adaptarse para que su discurso sea inteligible y aceptable, y para que surta efecto en él esperado (es decir, la persuasión) y no caiga en el vacío y por tanto en la ineficacia de lo inoperante por falta de conexión, entendimiento, adecuación o enlace (las cursivas yo las añado) entre el centro emisor del mensaje (el orador) y su destinatario (los oyentes).” (López Eire, 1996: 161)[3]


En general, el orador tiene que conocer al auditorio antes de darle su discurso, tiene que saber lo que piensa del tema y porqué lo piensa de esa manera, precisamente es en la Intellectio donde el orador se vuelve experto sobre el tema, desde su punto de vista y desde el del auditorio, para lograr tejerlos-conectarlos-unirlos mediante el entendimiento y adecuación.

En este punto (ya desde más atrás) nos adentramos en el papel del orador en el discurso. Su función tiene que ver con la relación entre dos puntos de vista independientes, teniendo en cuenta un beneficio mutuo, para lo cual debe ser de la confianza del auditorio.


“…el planteamiento aristotélico que se refiere a la necesidad retórica de no sólo abordar el discurso, sino cuestionar la presencia del que lo profiere…ya que la retórica versaba también sobre el individuo, su talante y su cultura, como condiciones para la persuasión discursiva.” (Tapia, 2004: 89,90,).


El orador, como menciona Tapia, era visto no sólo como sí mismo, sino como alguien que pertenecía a una cultura, es decir, se le veía como alguien con ideales y pretensiones según el conjunto de significados que lo sujetaban.

Su talante se refiere a su forma, es decir, a los pensamientos y actitudes que lo moldean, mismos que le atribuían cierta fama en el auditorio, previo a su discurso.


“…en su aspecto significativo involucra cualidades de carácter que son persuasivos […] tales como el sentido común, la virtud aparente y buena voluntad hacia el público.”[4]


En la actualidad, el ethos es muy importante para alcanzar la persuasión, lo cual se puede deber a lo que Ulrich Beck llama la “sociedad del riesgo”, la cual es una nueva sociedad donde la decepción y el desencanto de la gente hacia las instituciones es inevitable, lo que antes le brindaba un sentido al sujeto social, es ahora un recuerdo que ya no causa absolutamente nada más que desconfianza. Esto lo podemos notar en las reacciones de la gente ante las propuestas de los partidos políticos, donde se puede notar un anuncio muy bueno (en muy raras ocasiones), con buena aceptación del auditorio, pero al final, donde se muestra la identidad del partido político, la credibilidad se va al suelo.

El ethos cobra importancia desde la antigüedad, al ser como se mencionó, un aspecto muy importante de la persuasión.

Aristóteles mencionó que las pruebas de la persuasión son de tres especies:


“ unas residen en el talante del que habla, otras en la predisposición que presenta el auditorio y otras en el discurso mismo”. (Aristóteles, 1990: 175)[5]


Sobre el talante ya se habló, sobre el discurso mismo se hablará mas adelante. La predisposición del auditorio es el interés que tiene para recibir el discurso del orador, es decir, existe un acuerdo entre orador y auditorio previo a la controversia, lo cual es buen inicio para el discurso, ya que el auditorio aceptó el ethos del orador, pues está dispuesto a recibir su discurso.

El ethos no sólo se tiene antes de dar el discurso, sino que se tiene que preservar mediante y al final de el. El discurso es una buena oportunidad para que un orador sin ethos, lo adquiera (en la medida que el auditorio lo permita), o para que uno que lo tenga, lo pierda.

Hasta aquí podemos concluir que la causa de la controversia es el origen de la argumentación del orador, en este momento el orador tejerá ambas opiniones aisladas para proponer algo (haciendo uso de su ethos) en beneficio de ambos, para lo cual su punto de vista se cimenta en estudio, reflexión e investigación; lo mismo para el punto de vista del auditorio, más el contemplar su contexto socio-cultural-ideológico donde se inscribe el imaginario social.


Bibliografía:


Rivera, Antonio La retórica en el diseño gráfico. Editorial Encuadre, Asociación de Escuelas de Diseño Gráfico, 2007.


Beristáin Helena Diccionario de Retórica y Poética, Editorial Porrúa, S.A., 1995.


Rivera Antonio El papel del auditorio en la invención (inventio) retórica.. Revista Diseño en Síntesis, Núm. 39, 2008.


Perelman y Olbrechts Tratado de la Argumentación. La nueva retórica, Editorial.Gredos, 1989.


Tapia, Alejandro El diseño gráfico en el espacio social, Editorial Designio, 2004.


Tapia, Alejandro, http://elarboldelaretorica.blogspot.com, blog electrónico sobre retórica.


[1] Las definiciones de Richards, Donald Bryan y Aristóteles se tomaron del blog electrónico de Alejandro Tapia:

http://elarboldelaretorica.blogspot.com/2007/03/definciones-de-la-retrica.html


[2] Paráfrasis tomada de El diseño gráfico en el espacio social p.94, de Alejandro Tapia.


[3] Cita obtenida de La retórica en el diseño gráfico de Antonio Rivera, p.31.


[4] Declaración por Diseño: Retórica, Argumento y Demostración en la Práctica del Diseño, Buchanan, p.11.


[5] Paráfrasis obtenida de El diseño gráfico en el espacio social de Alejandro Tapia, p. 90.

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